De una manera semejante a la figura del espíritu familiar en el folclore europeo, el zombi como espíritu o presencia (zombi incorpóreo) se encuentra en la tradición oral de Haití principalmente en el periodo pre-revolucionario. En términos generales, se puede afirmar que, dentro de la tradición oral haitiana, la palabra zombi también se puede adjudicar a una entidad espiritual, específicamente al Ti bon Ange. El Ti bon Ange, una forma de alma del humano según la tradición vudú, sería capturado por el hechicero (Bokor) de diversas formas y para distintos propósitos: existen testimonios que afirman que el Ti Bon Ange es capturado (antes o después de la muerte) y depositado en un cántaro (canari). Poseer el Ti Bon Ange de una persona resulta muy valioso, pues el hechicero puede venderlo o rentarlo, de la misma forma que ocurriría con los zombis de carne y hueso. Se dice que, una vez que el bokor posee el alma de alguien ya nadie la puede tomar. Puede ocurrir también que se pague a un bokor y éste ponga polvos especiales en el camino por el que la víctima vuelve del trabajo, al pisar estos polvos (wangas), el alma (Ti Bon Ange) de la víctima es robada. Se han recolectado relatos que afirman que una costurera, por ejemplo, puede "disponer de un zombi que va en busca de clientes y los atrae como un imán, [o bien], un estudiante que tiene dificultades en la escuela puede recibir de sus padres un zombi que entonces será alojado en la punta de su pluma para ayudarlo en los exámenes". Un zombi incorpóreo, dentro de la tradición oral haitiana, puede también usarse para asesinar a alguien, hacer que alguien caiga enfermo o para destruir cosechas.
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